La historia del progreso humano muestra que la resistencia a las nuevas tecnologías que generan crecimiento y eficiencia económicos es invariablemente inútil
Al ver las recientes protestas contra Uber en París y en América Latina, me acuerdo de aquéllas ocurridas en el siglo 19 en Inglaterra contra el 'nuevo carruaje sin caballos'.
Las empresas de carros con tracción a caballos, molestos con la comodidad y la velocidad del viaje mecanizado, presionaron al gobierno británico para introducir con éxito la legislación titulada La Ley de la Bandera Roja (The Red Flag Act).
Como resultado, se requería a los conductores de vehículos autopropulsados tener a una persona caminando delante del vehículo con una bandera roja.
La ley puso límites de velocidad estrictos a los predecesores del automóvil para evitar la competencia con los carruajes. En esencia, el acto intentó forzar las nuevas máquinas a moverse más lentamente que los caballos.
Hoy en día, el acto es una nota al pie poco conocido en la historia, un claro recordatorio de la resistencia equivocada -a menudo en la forma de regulación- que acompaña el progreso tecnológico.
La historia está repleta de ejemplos sobre la resistencia a los cambios tecnológicos.
El ejemplo más infame de la rebelión contra la tecnología fue el Levantamiento de Luditte, iniciado por los trabajadores textiles y artesanos especializados de Inglaterra, en 1811. Ellos tenían miedo de perder sus puestos de trabajo en los telares y en las máquinas de hilar mecanizadas de la Revolución Industrial. Fue básicamente una rebelión contra la eficiencia y fracasó en su intento de poner fin a la omnipresencia de las telas hechas a máquina.
Dos siglos más tarde, vemos las solicitudes a los gobiernos para declarar la ilegalidad de Uber. La molestia potencial que este servicio es para el negocio de los taxis en todo el mundo es evidente.
Esto nos da razones suficientes para solidarizarnos con los conductores -con sus medios de vida en riesgo, muchos de ellos han pagado altas tasas para asegurar la licencia de sus taxis- es difícil de detener cualquier tecnología que se aprovecha de un exceso de capacidad y hace las cosas más fáciles y más económicas al cliente.
Uber creció porque era muy difícil encontrar taxis en San Francisco. Menos de 10 años después, la compañía ha llegado a 58 países y está valorada en 50 mil millones de dólares.
Estamos viviendo en la 'Economía de las Aplicaciones', donde los avances en el software están redefiniendo los modelos de negocios existentes.
Otro ejemplo exitoso es Airbnb, que utiliza la tecnología para conectar cientos de propietarios de vivienda con espacio de sobra y el deseo de ganar dinero extra con los turistas de todo el mundo.
Hoy en día, la economía de las aplicaciones está creciendo más rápido de lo que podríamos medir.
El recuento final mostró que hay 1.5 millones de aplicaciones disponibles para Google Play de Android en Google Play, y 1.4 millones en el App Store de Apple. Durante 2014, los desarrolladores de aplicaciones han ganado más dinero que toda la industria de cine en Hollywood.
Una encuesta reciente realizada por CA Technologies y Oxford Economics muestra que la mayoría de las empresas está aumentando sus inversiones en nuevas formas de software. De este total, el 43% dicen que en la actualidad el software es responsable de su ventaja competitiva, mientras que el 80% creen que aumentará su ventaja competitiva en los próximos tres años.
A veces, los movimientos de regulación por parte de los gobiernos pueden ayudar a las empresas, como ocurrió cuando el Gobierno de Estados Unidos puso fin al monopolio de AT&T. Esto aumentó la competencia y aceleró directamente a la innovación estadounidense en tecnología de la información. Por otro lado, bloquear la competencia a través de acciones reguladoras es proteccionismo.
Los gobiernos modernos ya permiten a sus ciudadanos renovar a sus licencias de conducir y pasaportes y a pagar los impuestos en línea.
Encuestas muestran un gran potencial para la gestión de los cuidados con la salud e incluso a las elecciones utilizando una aplicación. ¿Por qué? Ya estamos inmersos en este nuevo mundo donde los consumidores deciden cómo quieren interactuar con las empresas y no al revés.
Los teléfonos inteligentes, Google y Facebook han transformado nuestras expectativas sobre la tecnología. Son pocos los que todavía van a la sucursal de un banco para realizar operaciones bancarias; lo hacemos todo a través de nuestros teléfonos móviles y cajeros automáticos. Planeamos y reservamos nuestros viajes en línea. En las grandes ciudades la gente pide comida en línea.
La idea de que las empresas están imponiendo estos nuevos modelos de negocio para los consumidores incautos no es cierta. Hoy en día, el jefe es el cliente. Los consumidores permiten a las empresas crear el mundo digital en el que queremos vivir. Cada vez más, ellos pueden controlar el mundo a su alcance desde sus dispositivos móviles.
Para los gobiernos inteligentes, es el momento de mirar hacia adelante, abrazar la nueva economía y activarla con la seguridad de que tenemos las habilidades para construirla y conducirla.
La UE prevé, para 2020, una escasez de 900,000 profesionales de tecnología de la información en Europa. Ahora, las competencias digitales son fundamentales para la infraestructura nacional. Los gobiernos deben actuar hoy para desarrollar programas que incrementen el potencial de creación de valor que la economía de las aplicaciones tiene que ofrecer.
En 1900, la Ley de la Bandera Roja fue derogada y se inició la revolución del automóvil. Hoy en día no podemos imaginar un mundo sin coches. De una manera similar o no, este es un caso que se repite tras la llegada de cada tecnología exitosa.
La historia del progreso humano muestra que la resistencia a las nuevas tecnologías que generan crecimiento y eficiencia económicos es invariablemente inútil. Mundo Contact