El debate en torno al Big Data no cesa, y al mismo tiempo ha emergido el término Internet de las Cosas (Internet of Things o IoT por sus siglas en inglés), que ha irrumpido en numerosos círculos donde habitualmente se analiza la actualidad de la gestión de la información.
El Internet de las Cosas ha eclosionado debido al crecimiento imparable del número de sensores que hoy día se embeben en cualquier cosa, desde nuestros dispositivos móviles hasta la infraestructura tecnológica que nos rodea, pasando por la ropa que vestimos. Avanzamos hacia un futuro en el que los objetos inteligentes pueden detectar el entorno en el que se encuentran, e interactuar no sólo con sus propietarios, sino incluso entre ellos. Los datos procedentes de las máquinas supondrán, en el corto plazo, el mayor flujo de información que aglutina internet, y, por ende, el mayor proveedor para los sistemas de Big Data.
Fenómeno sin precedentes
La evolución hacia este nuevo paradigma digital no tiene precedentes: Gartner considera que en 2020 más de 30 mil millones de dispositivos estarán conectados a internet —comparados con los cerca de 2,5 billones de 2009—. Hasta la fecha, por dispositivos hemos entendido principalmente PCs, tabletas y teléfonos móviles; pero en 2020 la amalgama crecerá notablemente en torno a todo tipo de sensores o tecnologías basadas en etiquetas RFID. La disponibilidad de esta información nos permitirá monitorizar cualquier cosa que nos imaginemos, desde el consumo de energía al tráfico.
El Internet de las Cosas no es una tendencia tecnológica más. Para muestra de ello, dos datos extraídos de un informe reciente de The Economist: 95% de los directivos encuestados han afirmado que apostarán en sus compañías por el IoT en un plazo máximo de tres años; mientras que 63% considera que las organizaciones más lentas en la implantación de esta tecnología se quedarán atrás.
Capitalizar la información
Al tiempo que el Internet de las Cosas genera el mayor volumen de datos nunca antes visto, también emerge la oportunidad de capitalizar en información todos estos datos, hasta el punto de que los nuevos negocios crecerán a la luz de la comercialización de dicha información. Si bien no se tratará de un avance trivial; estas compañías en un primer paso, habrán de asir el torrente de datos proveniente de millones de potenciales fuentes que aparecen y desaparecen; y, a continuación deberán emplear las soluciones necesarias para almacenar, organizar y aplicar técnicas de business analytics para transformar los datos en información de valor.
Empleo el término business analytics en lugar de simplemente analytics, ya que sólo es posible extraer de los datos información real si los situamos en un contexto de procesos y modelos de negocio. Enfatizar el Internet de las Cosas proporcionará una fuente adicional de datos para optimizar los negocios, pero siempre si los vinculamos con otras fuentes de información como los data warehouses o las aplicaciones operacionales. Además, se habrán de canalizar todas las estrategias de datos maestros procedentes de cualquier tipo de fuente, ya sea máquinas, aplicaciones o seres humanos.
El business analytics no sólo radica en computar la información correcta, sino también en posibilitar al consumidor de esa información un acceso sencillo a los datos que necesita. De manera similar, el Big Data que se compone de datos tanto estructurados como desestructurados, debe dotar al usuario de todas las facilidades posibles para que su acceso sea transparente en la medida de lo posible. El denominado enterprise search (búsqueda empresarial) es el paradigma más común para explorar los datos desestructurados, mientras que las herramientas más tradicionales de business intelligence se manejan mejor entre los datos estructurados. Sólo aquellas soluciones que emplean una plataforma informacional capaz de integrar el business intelligence con el enterprise search a través del big data y otras fuentes de datos podrán atender de manera óptima las necesidades del futuro consumidor de información.