Con la condición imprescindible de su conexión a Internet, los autos gozan de las mismas prestaciones y funcionalidades de un móvil inteligente en el mundo fantástico del IoT
Las facultades humanas se expanden vertiginosamente en prácticamente todas las áreas y actividades donde se vive y se convive, a causa de la innovación y el cambio tecnológico que incide, más temprano que tarde, y en alguna medida, en todas nuestras actividades.
El automóvil, que más allá de sus implicaciones de orden funcional, confort, status y muchos otros factores subjetivos -reales o inducidos-, figura ya de manera relevante en el ámbito de las cosas con las que actuamos cotidianamente; sólo que en la perspectiva actual, deja de ser un artefacto aislado para integrarse de manera inteligente y en tiempo real al mundo de las cosas, de las funcionalidades, los procesos e incluso le las máquinas, todo ello convergiendo en la Red.
auto-inteligente-Mercedes-Benz-f015El coche del futuro inmediato se conduce autónomamente; identifica espacios disponibles; se estaciona por sí mismo; elige el camino más corto y rápido; ahorra combustible; no provoca accidentes por descuidos; los pasajeros no se ocupan de su conducción; opera en línea; se comunica con otros vehículos y funciona como un espacio de usos múltiples, ya sea en el ámbito familiar, de trabajo, diversión, etc., como es el caso del prototipo de Mercedes-Benz F 015. Además se encuentra interconectado en la Red, ofreciendo así las funcionalidades y prestaciones de un dispositivo inteligente.
El desafío que afronta la industria automovilística ante este nuevo paradigma es enorme, ya que incide en la configuración de su estructura, procesos, recursos tecnológicos, estrategia comercial, etc., que ahora deben visualizarse como parte del mundo de Internet de las Cosas.
Incluso, este cambio hacia el coche en línea puede impactar en la percepción actual del propietario, que se concibe a sí mismo como un conductor de un vehículo que le proporciona todo el poder, control y múltiples gratificaciones. Pues bien, ahora este vehículo se transforma en un espacio autónomo y ‘despersonalizado’ que va más allá de un medio de transporte.
No obstante todo el barullo que se está gestando alrededor del auto inteligente, aún falta por resolver múltiples funcionalidades y recursos tecnológicos. Pero el talón de Aquiles que condiciona la concepción del coche autotripulado, inteligente y conectado, son los protocolos de seguridad necesarios no sólo para las plataformas, los datos, las aplicaciones y los servicios, sino de manera puntual para los espacios de riesgo en la privacidad de la gente cuyos modelos de vida e información personal quedan cada vez más expuestos.